Venezolanos, ¿Por qué somos así?


¿Así cómo? Pues "vivos" o pícaros. ¿Por qué no respetar las señales de tránsito? ¿Por qué cruzar una avenida peligrosa en lugar de usar el puente peatonal? Y así sucesivamente con otras situaciones donde se toma la vía fácil que trae malas repercusiones para la vida en sociedad. Evidentemente, esto es generalización, por eso es importante resaltar que no todos los venezolanos somos así. Y es que ello se debe, no por el exceso de libertad como dicen muchos, sino por la ausencia de ella.

Esto tiene algo de relación con un post anterior que escribí sobre cómo la existencia de reglas pueden empeorar una situación en lugar de mejorarla (leelo por aquí). La explicación popular suele decir que la razón de que seamos así es que tenemos muchas libertades y que con palo y plomo cualquier problema se soluciona. Y aunque esa es la solución de todos los abuelos, lo cierto es que no hay nada más lejano de la realidad: Si por algo está caracterizado la historia de América Latina es la opresión constante, y somos así por la constante presencia de normas, leyes y entre otros obstáculos.

Vayamos a la época colonial. España solía ejercer un dominio muy férreo sobre sus colonias en América, tanto que ni siquiera las colonias podían comerciar entre ellas, los criollos no tenían acceso a la toma de decisiones y entre muchos otras situaciones que iban en menosprecio de los criollos. Esta situación sería la que encendería la mecha, no sólo para iniciar el contrabando, sino para las revoluciones independentistas. La dominación española sobre Venezuela fue particularmente fuerte, por ello sería una de las primeras en independizarse.

Pero después de la independencia la opresión no cambió, solamente se cambió al opresor por uno que vive más cerca. No sólo desde aquel entonces América Latina se plagó de numerosas dictadura, sino que incluso sus "democracias" se han caracterizado por su burocratismo y represión. Esta situación nos lleva a varios caminos: aceptar el destino de ser sometido constantemente, rebelarte (en el sentido revolucionario) o, de algún modo, burlar el constante escrutinio de los gobiernos. Y, una buena parte de la población, ha optado por ésta última; lo cual no quiere decir que las anteriores no ocurran.

Si, por ejemplo, hay una ley que prohíbe a vender zanahorias, no lo dudes, el contrabando de zanahorias empezará en ese mismo instante. Y con ello empezará el soborno a autoridades, el abuso de poder e incluso la participación de personajes del gobierno en la venta ilegal de zanahoria. Pero no sólo se queda ahí, si se conoce a un amigo que nos pueda "agilizar" un trámite administrativo, si se tiene a un familiar que trabaja en un alto cargo, no sólo se le va a pedir ayuda para conseguir la zanahoria, estará muy mal visto que dicha persona en una situación de poder no ayude a los suyos.

Hay tantas trabas a la vida diaria que es prácticamente un logro del cual jactarse cuando se consigue algo evadiendo los trámites o procedimientos normales: "Me dieron mi zanahoria de un día pa' otro, no tuve que esperar nada". O incluso es algo que se recomienda: "Tu me dices cuando y yo le digo a mi amigo pa' que te ayude a comprar la zanahoria".

La excesiva cantidad de normas a las que nos enfrentamos diariamente nos ha forzados a ver, no solamente necesario, sino totalmente normal el romper las reglas. Es causa y consecuencia. Y realmente esto no es algo único de la ideosincrasia del venezolano, sino presente en la cultura latinoamericana, porque todos los latinoamericanos hemos sufrido el mismo mal de la opresión constante.

¡Dile NO a las normas!

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