X a los Muros

Esto es un intento de "Cuento Corto", así que debería ser leído como tal y no como una noticia dentro de una historieta o algo parecido...
Un bello día transcurre ante los ojos de todos, cálido como corresponde a una zona del trópico, pero ni muy caliente ni muy templado: ¡Cómo un atardecer en la playa a pleno medio día!

Oscar estaba de nuevo ese día en el parque, decidido a encontrar ese lugar ideal sobre el cuál trazaría su próximo cuadro, ¡El buscaba un paisaje para trazar la imagen perfecta, su mejor paisaje! El ya era un artista consumado. Ya se hacía consciente a sí mismo de que no había nada nuevo en el mundo que pudiera impresionarlo o de donde aprender algo nuevo, pero aún así, de vez en cuando, le regala una oportunidad al mundo para probarle que se encuentra equivocado. Parte de su filosofía, como decía Einstein, "una velada donde todos sus participantes estén de acuerdo, ha sido una velada perdida".

Realmente era un bello día, y era un hermoso parque, pero con lo quisquilloso y poco decisivo que puede ser Oscar, todo lugar era siempre mejor que el anterior, pero siempre peor que el próximo. ¡Una de las tantas necedades del perfeccionismo es la pérdida de nuestro valioso tiempo, lo cual irónicamente implica imperfección!

Paseó por casi todo posible escenario. En las cercanías de un lago, hacia la izquierda de su ya cansada presencia física, vio a otro artista pintando la bella imagen de dos cisnes navegando lado a lado en el parque, pero rechazó aquello, esto le pareció un retrato forzado: ¡No había cisnes en aquel lago, y el lago ni siquiera era tan bonito! Además, aquello le parecía más un "Momento Kodak", algo vulgar en su opinión. Se notaba fácilmente que el artista mostraba a los demás lo que querían ver, pero ni el mismo creía en lo que pintaba. Era una pintura que mostraba una fantasía (por no decir mentiras), cuando la realidad es otra distinta. Incluso se puso a enumerar todas las cosas que carecía aquella pintura, colocando a la pasión como primera.

Exactamente del otro lado, hacia la derecha de su ya cansada presencia física, hacia una zona abierta del parque, estaba otro artista haciendo lo mismo. Pero este pintaba de una manera distinta, este se enfocaba en exactamente lo que tenía enfrente. Todo aquello que cruzaba su campo visual, era trazado dentro de aquel marco. Incluso intentaba recrear los movimientos de los niños jugando, los perros corriendo, las parejas abrazándose; pero no podía conseguirlo, simplemente no se puede construir un mundo que se encuentra en cambios constantes, llenos de movimientos, donde sus actores tienen deseos y pasiones, y reducir todo dentro de cuatro aristas. «¡Algo absurdo! ¡Que se compre una cámara de video!» Pensó para sí mismo.

Así vagó Oscar en busca de otros caminos, que al menos le sirvan como musa. Dio vueltas alrededor del sitio, empezando a acostumbrarse a la idea de que no encontraría nada lo suficientemente bueno. Incluso se prometió así mismo no dedicarse a pintar hasta no encontrar aquel lugar "Perfecto". Llegó hasta el centro del parque, justo al centro del parque, estaba en una pequeña y bella colina. Muy cerca vio a una muchacha mucho más joven que él. Ella estaba viendo al cielo al momento que él llegó. Ella abrió sus brazos, observó a su alrededor, dio vueltas y vueltas para finalmente caer rendida en el suelo.

Oscar se le acerca para asegurarse de que se encuentre bien. Sí, se encontraba bien, no era nada para preocuparse, tan solo fue el mareo causado por las vueltas lo que la hizo caer al piso. Era una joven de facciones delicadas, de cabello largo y negro, y de piel bronceada por el sol. Ella tenía ese aire juvenil que, redundantemente, tiene la juventud: una especie de aura “caótica”, de amor e interés por todo lo que es nuevo, y cierta renuencia por todo lo que es viejo. Muy fácil resulta rechazar aquella actitud y demostrar lo estúpida que es… pero, tiene ese algo, aquel famoso “yo no sé qué”, al que Oscar no puede evitar sentir cierta atracción. Su curiosidad seguramente algún día lo matará, pero mientras ese día no llegue, su curiosidad es lo que lo ha hecho crecer como persona.
- Hola -Oscar le interrumpe su descanso-, no pude evitar observarte, y me ha dado un poco de curiosidad: ¿Que estabas haciendo?
- ¿Yo? –Ella le replica con algo de sorpresa- ¿Estoy cansada de ver estos muros a mi alrededor?
- ¿Muros? -Oscar no puede evitar su extrañeza- ¿Cuales muros?, a nuestro alrededor sólo existen árboles, pasto, gente, perros, y perros con forma de gente- Oscar no sería Oscar si no dijera un ocasional sarcasmo.
- ¡Claro que hay muros! Sé que son difíciles de ver, y quizás nunca los veas, pero se lo aseguro, allí están.- ella le responde con sutileza.
- Ok, tal vez en algún momento los vea... -continúa con su acostumbrado sarcasmo, pensando que ella era parte de esos grupos New Age o algo parecido-, ¿Puedo saber tu nombre?...
- Me llamo Ariadna, Ariadna Sofía.

A Oscar le pareció un bonito nombre, pero no se lo dijo; se preguntó a sí mismo si ella sabía lo que su nombre significaba. El es de aquellos hombres que no dicen todo lo que piensan, pero que piensan todo lo que dicen, y si no lo hiciere así, ya lo hubiesen amenazado de muerte: es un honesto compulsivo.
- ¿Eres una graffitera?- Oscar le pregunta mientras le señala las latas de pintura en aerosol que tenía alrededor.
- No, solamente me gusta estar rodeada de latas -no tardó mucho para que ella le devolviera el sarcasmo.
- Jaja, que gracioso. -Se burla un poco de sí mismo. No puede negar que no se lo había buscado.
- ¿Puedo saber para que tienes esas latas aquí en el medio del parque?
- Para marcar los muros que me rodean… -dice ella.
Oscar no puede creer que ella siga con ese cuento tan extraño de los muros. Se porta condescendientemente con ella y deja que siga con sus delirios.
- Ehh… ¡Oh, que rudeza la mía! –Oscar hace un leve recuerdo sobre los modales-, yo soy Oscar, y padezco de delirios de pintor…
- ¿Y por qué no te veo pintando, Oscar?- pregunta ella con algo de picardía.
- No he encontrado la musa de mi inspiración.
- ¿Y esperas encontrarla aquí?
- No realmente, ya me estoy haciendo escéptico, pero no puedo negar las posibilidades.
- Por qué no dejas de buscar y vas directo al grano: ¿Que es lo que quieres? -Ella le responde como si tuviera autoridad en la materia.
- ¿Que es lo que quiero?- repite la frase dubitativamente-, ehh.... ¿Tengo un comodín? ¿Puedo llamar a un amigo?
- Consúltalo con la almohada, con el oráculo o con una bola ocho, sí así lo quieres. Sólo piensa en aquello que más deseas en este mundo, sin importar que tan absurdo sea...
- ¿A mí?... ehh... Ok, yo, desde hace muchos años, he tenido este extraño sentimiento, se siente cómo un ardor desde mi piel hasta los huesos -se observa sus maltratadas manos-, por todo lo que ocurre dentro de mi vida, por todo lo que ocurre fuera de ella. Es una sensación de impotencia, de no poder hacer nada, de rabia hacia todo aquello que me impide lograr lo que quiero. A veces pienso que Buda tiene la razón: la vida es puro sufrimiento. Siento las injusticias aún cuando no las vivo, aún cuando no las estoy viendo. ¡Pero gracias a Dios que no las veo! La ignorancia es lo que mantiene la poca felicidad que me queda. "Destruirlos", sí, destruir todo aquello que impide el progreso; sí, es lo que yo quiero, hacerlos caer, hacerlos polvo... -Hace una leve pausa y se expresa con desilusión- ¡Pero no sé cómo lograrlo! Esa la impotencia de la que yo te hablo...

Ella toma osadamente uno de los pinceles que sobresale del bolso de Oscar, lo apunta al aire con cierta gracia y exclama:
- Cada uno de nosotros somos un artista, y el mundo que conocemos cómo la realidad, ese es nuestro lienzo. La realidad no es más que el resultado de nuestros trazos sobre el lienzo, es nuestra creación. La mayoría de nosotros, tal vez sólo tracemos una simple línea, pero juntos podemos formar una obra de arte. El problema no está tanto en inspirar al resto de los artistas para pintar, sino hacerles ver que realmente somos dueños y diseñadores del lienzo al que hacemos llamar realidad. Pero para cuando por fin sean capaces de percibir que sus capacidades van más allá de lo que creen, una obra de hermosos colores surgirá en el lienzo... ¡Y que mejor nombre que el de "justicia" para una obra de arte en su máxima expresión! Es bien cierto, el arte hay que sufrirlo, en especial aquella con el nombre ideal, pero sufrir es aquello que te dice que todavía estás vivo: ¡Podemos seguir pintando! Y ese "ardor" que se siente, será el combustible que se quema para impulsar nuestro motor.

Este discurso tan emotivo, hizo cambio en los ojos de Oscar. La luz cambió de color, una claridad se hizo frente a él, los estaba viendo, aquello de lo que ella hablaba al principio, tenían forma fantasmal, pero conforme pasaba el tiempo era más fácil verlos. No entendía cómo no los había visto antes. Eran los muros. Muros que con cada segundo que observaba crecían ladrillo a ladrillo, opacándose cada vez más, y quitando la luz radiante del sol de aquel bello día en el parque. Finalmente, lo muros se hicieron completamente sólidos, y era capaz incluso de notar hasta el más ínfimo detalle. Ya no podía ver el parque, sino solamente muros.

Ariadna sujeta una de las latas de pintura, se la entrega a Oscar, que la acepta calladamente. Ella toma otra lata para ella.
- Sé que los puedes ver... -le dice ella- Ven y pinta conmigo…

Ella se acerca sin apuros, y empieza a pintar una enorme "X" en los muros hasta donde puede alcanzar. Esta tenía un color negro, como si cada gota de pintura estuviera impregnada con la conciencia del rechazo. Oscar hace lo mismo, y lo hacen con cada muro que los rodea.

Exactamente cuando Oscar piensa que el día no puede ser más bizarro, su mente parece sincronizarse con la de Ariadna. Ambos observan sus manos y cierran su puño. Como si fueran patinadores sobre hielo, parecen entrar en una sincronización casi perfecta y arremeten contra el muro. El muro empieza a resquebrajarse, era como si detrás de cada golpe estuviera respaldado por un millar de otros como ellos. Caen como una torre de naipes, y el polvo se hizo muy pronto, tal y cómo quería Oscar, pero pronto también se disipó.
- ¿Que te parece?- Dice Ariadna con mucha seguridad de sí misma.

Esto le hace recordar a Oscar, que el nombre "Ariadna" proviene del griego, que quiere decir "Pureza", en cambio, "Sofía" viene del latín, que significa "Sabiduría"; bonito nombre porque significaría algo así como "Pura sabiduría".

Ella vuelve a interrumpir sus pensamientos y dice:
- ¿Es esa la imagen perfecta que buscabas?...

EL FIN

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